Capítulo 16 1-13
16:1 Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
16:2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
16:3 Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
16:4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
16:5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
16:6 El dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
16:7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
16:9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
16:10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
16:11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
16:13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Hoy en la predica de mi Iglesia hablo la Pastora sobre esta parábola que el señor Jesús nos mostró el caso de un administrador que es denunciado ante su amo, por su mala administración, y cuando se sintió acusado de que lo van a despedir procura asegurarse el futuro. Y lo hace astutamente, ganándose el favor de sus deudores, reescribe los recibos. Sorprende la parábola de Jesús que termina con la alabanza que hace el amo del administrador diciendo que ha sido astuto. La alabanza no se refiere a las irregularidades que cometió el administrador, sino a su capacidad de saber salir de una situación difícil renunciando a lo que le pertenecía. La astucia del mal administrador no estuvo en reservarse para sí bienes ajenos; fue infiel hasta el final, pero previsor: se las agenció para tener amigos en tiempo de desgracia. Algo hay de ejemplar en su comportamiento del que se puede aprender como para que Jesús la propusiera a sus discípulos. Es necesario ser astutos en las cosas del Reino. Y Jesús mismo invita a ser discípulos fieles, que se verifica en las cosas pequeñas, cosa que ese mal administrador no había tenido en cuenta y había preferido más el dinero que ser fiel a su amo; y presenta, finalmente, el resumen de lo dicho: “no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.
Sin duda no quería Jesús que sus discípulos copiaran del administrador su repetida deshonestidad ni la falta de escrúpulos, sino la imaginación que empleó para buscar una salida a su situación desesperada y la rapidez con que la llevó a efecto. Aunque deshonesto, fue al menos avispado. Como el amo de la parábola, sabiendo que no podemos ser buenos administradores y que no hemos sido tales, Dios nos quiere por lo menos, llenos de imaginación y recursos; y es que mientras vivamos, no lo olvidemos, Dios nos ha dado la vida y nuestros talentos para que los administremos; y aunque hemos sido infieles, Dios nos invita para que no perdamos demasiado tiempo en lamentaciones inútiles y aprovechar cualquier oportunidad para prepararnos una salida a nuestros males poniéndolos al servicio de los demás.
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