"Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón;
Pesándolos a todos igualmente en la balanza,
Serán menos que nada" (Salmo 62:9)
"(Deseo) ser hallado en él (Cristo), no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Filipenses 3:9)

Si nos consideramos ante Dios, ¿Como conservaremos una buena opinión de nosotros mismos? Debemos confesar como Abraham: "Soy polvo y ceniza" (Génesis 18:27), o como Job: "He aquí que soy vil" (40:4). Sin embargo, ambos patriarcas eran hombres excepcionales. El profeta Isaías declara de todas nuestras justicias son " como trapo de inmundicia" (64:6). Aun en el glorioso conjunto de apóstoles, profetas y mártires solo se componen de pecadores perdonados.
Solo podemos llegar a la conclusión: Todos somos grandes pecadores y necesitamos un gran perdón. Es necesario acudir al gran Salvador, "En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Colosenses 1:14)
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